Corazón
de piedra
El
muro que rodeaba a tu jardín,
cubierto
de orquídeas y de rosas,
dormía
tras la fresca transparencia del arroyo,
deseando
vivir junto a las flores,
sin
que nadie jamás lo despertara.
Nunca
pude pasar cerca de él,
sin
admirar su belleza extraordinaria,
sin
sentirme pequeño ante su estirpe,
y
la extraña sencillez de su postura.
Cuántas
veces creí sentir su voz,
cuando
a todas las flores les hablaba,
y
escucharlo agradecer a Dios,
por
toda la belleza que junto a él brotaba.
Pero
al fin comprendí que no era el muro,
quien
con las flores conversaba,
era
mi alma que se aferró a su cuerpo,
porque
deseaba sentir en derredor,
la
suave sensación de vida y de color,
que
tanta pureza le brindaba.
Así
pude entender que, muchas veces,
no
por rodearnos amor, somos amados,
porque
igual que el muro entre sus hiedras,
nos
fabricamos, en nuestro pecho,
un
corazón de piedra.
Gabriel